Curadurías | Curatorial

 
 
 
 
2019 | Habitan esas laderas


Galería Acéfala

“En el seno de selvas impenetrables no hay otro camino que los ríos”, anotaba Alexander von Humboldt en Cosmos: ensayo de una descripción física del universo. El científico-artista y viajero se proponía en su libro la “disparatada idea” de plasmar todo aquello que en el siglo XIX se conocía sobre los fenómenos celestes y terrenales; desde las nebulosas estelares hasta la microgeografía de los musgos que crecen en las rocas de granito. Astronomía sideral, vida orgánica, geología, magnetismo, erupciones volcánicas, y otros fenómenos relevados por Humboldt en sus expediciones por el mundo, integraban un assemblage de elementos interconectados: una ciencia de encadenamientos. 

“El lecho de un río tal vez sea la ausencia de una montaña” apunta Flora Reznik en su cuaderno, como si retrucara la sentencia del naturalista prusiano. Porque si de expediciones y encadenamientos se trata, la obra de Flora deviene de una exploración –tan real como imaginaria– por territorios que solo existen desde el momento en que son recorridos. Habitan esas laderas encadena fragmentos de un viaje exploratorio emprendido a través de los bordes, filos y accidentes de una cicatriz que se torna montaña. 

Un molde de silicona invierte el vacío estriado de la cicatriz, parecido al fondo de un río seco, transformándolo en una cadena montañosa contenida en un dispositivo que poco a poco la sumerge en agua. Los distintos niveles en los cuales el líquido va cubriendo el volumen son luego transferidos al diseño de mapas serigráficos, compuestos por líneas sinuosas que dibujan huellas en el terreno como hilos tejidos en un bordado. 

Cartografías, fotos y dibujos resignifican la superficie porosa de la piel y hacen de la cicatriz sedimentación de la montaña. La animación 3D, proyectada en la segunda sala, introduce una temporalidad suspendida mientras se desplaza lentamente por la topografía de este cuerpo-montaña. Flora sutura las partes del camino como un alpinista que cierra los puntos ciegos de las piedras, marcándolas en sitios estratégicos para poder alcanzar la cima. La escalada adviene así en una pregunta por la escala; toda huella resulta ínfima comparada con la inmensidad de un cuerpo que también es montaña. 

Entre tantos otros científicos-artistas y viajeros románticos, Humboldt entendió cuán diminutos somos ante la naturaleza que sobrepasa los límites de lo alcanzable. Habitar las laderas es habitar lo inconmensurable.

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